lunes, 17 de enero de 2011

En el infinito y adorado infierno

Un ángel cayó del cielo, humano por un día fue su deseo. Recorrió las calles y vio la creación de su señor, que era todo perfección ¿Cómo pudo crear tal aberración? Odio por doquier, guerras en todas y cada una de las tierras, muerte, sufrimiento ¿Esta era la creación que tanto amaba su señor? Entonces lo vio pasar, sus miradas se cruzaron solo un instante, una fugaz mirada les hechizó para siempre. Se conocieron por casualidad, el destino los unió sin que ellos se dieran cuenta, aún no se conocían, ni siquiera sabían sus nombres, pero sus almas se unieron como dos piezas de un rompecabezas, pues de dos almas gemelas se trataban. Él sabía que a la mañana siguiente ya no iba a estar allí, debía volver a la tierra prometida, recuperar sus alas, pero no las quería si él no venía. Sería capaz de renunciar al paraíso con tal de vivir en un infierno a su lado, pero sabía que aquello jamás ocurriría. Fue tras él y cogió su mano, era cálida como el sol y suave como las nubes. No hicieron falta palabras. Conoció la dulzura de sus labios, la delicadeza de sus manos, la ternura de sus palabras, la pasión de su cuerpo ¿Cómo iba a poder renunciar a aquello después de haberlo probado? Lo abrazó con fuerza, como si jamás pudiese volver a verlo. Cerró los ojos y notó el calor, ¿a caso era su imaginación? pero no los abrió. Y allí, en una habitación vulgar, en un mundo vulgar, un ángel y su alma gemela ardieron en las llamas de su amor para jamás renunciar a él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario